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COMPLOT CONTRA LA IGLESIA

Maurice Pinay
Cuarta Parte
LA QUINTA COLUMNA JUDÍA EN EL CLERO
Capítulo Trigésimo Tercero
LOS JUDÍOS, PROPAGADORES DEL CULTO A SATANÁS
   Un alto dirigente del judaísmo del siglo pasado, Adolfo Jacob Franck, en su interesante obra sobre la Cábala, refiriéndose a la demonolatría (culto de los demonios) de los hebreos, dice:
   "Si en el judaísmo se hallan rastros de la más sombría superstición, hay que buscar, sobre todo, la causa del terror que inspira por su demonolatría" (298).
   Esta confesión de que ha existido demonolatría en el judaísmo es de gran valor por venir de un alto dirigente de la sinagoga, que fue ni más ni menos que vicepresidente del Consistorio Israelita de París, máxima autoridad hebrea de Francia, colaborador de los "Archivos Israelitas" y también conservador adjunto de la Biblioteca Imperial en tiempos de Napoleón III.
   Los judíos propagaron el culto a Lucifer, primero en algunas sectas gnósticas, después, por medio de las sectas secretas luciferianas y satanistas y principalmente por medio de la magia diabólica, conocida vulgarmente como magia negra, cuyas doctrinas derivan de la Cábala hebrea y cuyos propagadores principales en todos los tiempos han sido los israelitas, constituyendo el aspecto más perverso de dicha magia su adoración al demonio.
   Hay que aclarar que algunos sectores cabalistas han rendido sinceramente culto a Satanás en sus conventículos secretos; pero es indudable que la mayoría de los hebreos que han difundido el satanismo, sin dar crédito a tan horrenda superstición, sólo la han usado como un medio eficaz de subvertir la sociedad cristiana y preparar su destrucción, convirtiendo lo malo en bueno y viceversa.
   Nadie como los israelitas ha practicado en forma más escandalosa el apotegma de que "el fin justifica los medios". ¿Qué mejor forma de desmoralizar a la sociedad cristiana en la Edad Media que hacerle adorar a Satanás y aborrecer a Dios? La maldad del judaísmo, como se ve, tiene pues límites incalculables. Por algo Cristo Nuestro Señor llamó a los hebreos "hijos del Diablo" y a las sinagogas, "Sinagogas de Satanás".
   El satanismo fue otro de los tentáculos del pulpo de esa gran revolución judía del siglo XXII, que en algunos aspectos fue tan terrible o quizá más que la de los tiempos modernos.
   La escritora inglesa Nesta H. Webster, afirma que:
   "Hacia fines del siglo XII, el luciferianismo se extendió hacia el Este a través de Estiria, Tirol y Bohemia, incluso hasta Brandenburgo; al principio del siglo XIII había invadido ya el occidente de Alemania". Dice también dicha escritora que después se extendió hacia Italia y Francia (299)
   Es necesario hacer notar que en la época de las Cruzadas y después de ellas, millares de judíos de Alemania y del centro de Europa se convirtieron fingidamente al cristianismo, tomando apellidos de las familias de esos países, con lo que se infiltraron y diluyeron en la sociedad cristiana, engrosando la quinta columna hebrea introducida en ella.
   Esta invasión de falsos conversos fue seguida, como siempre, de la propagación de herejías y movimientos subversivos, entre los que desempeñó papel muy importante el satanismo.
   Bohemia, donde las falsas conversiones habían inundado a la Iglesia, llegó a ser, como el sur de Francia y el norte de Italia, un verdadero epifoco de las herejías, ocurriendo después lo mismo con lo que actualmente es Suiza, que llegó a ser la cuna del protestantismo judaico de Calvino y de Zwinglio, tendencia distinta a la del protestantismo nacionalista, en muchos casos antisemita, que tuvo por caudillo a Matín Lutero.
   Eliphan Levi describe las ceremonias de la infernal evocación, señalando que para los asistentes:
   "`Es requisito necesario profanar las ceremonias de la religión a la que uno pertenece y pisotear sus símbolos más sagrados´. Esta práctica llega a su climax con la profanación del Santísimo Sacramento. La hostia consagrada era echada como alimento a los ratones, a los puercos y a los sapos y profanada en forma que es imposible expresar" (300).
   A través de los siglos se provocaron verdaderos escándalos al saberse de casos de judíos o conversos, incluso clérigos criptojudíos, que robaban las sagradas hostias para realizar horrendos sacrificios con ellas en sus conventículos secretos.
   Por medio de la magia lograron los judíos, en su odio capital contra Cristo, inducir también a los cristianos, envenenados por las doctrinas satanistas, a que hicieran lo mismo.
   Nesta H. Webster, citando a Deschamps, afirma que:
   "`...esa ciencia de las artes del demonio, de la cual los judíos fueron los iniciadores´ y en la cual no pueden ser ignorados los cabalistas judíos en forma alguna en cualquier análisis comprensivo de la situación" (301).
   Una autoridad insospechable de antisemitismo, el famoso Eliphas Levi, constata que:
   "...los judíos, los más fieles depositarios de los secretos de la Cábala, fueron casi siempre los grandes maestros de la magia en la Edad Media" (302).
   Otra autoridad insospechable de complicidad con la Iglesia Católica, que acusó a los judíos de diseminar la magia negra, es Voltaire, que en su "Henriade" al describir una horrenda ceremonia en que se mezclaban nombres infernales con los del Eterno, dice:
   "El sacerdote de este templo es uno de esos hebreos que proscritos en la superficie de la tierra y ciudadanos del mundo...".
   Para aclarar en una nota puesta al pie de estos versos que "Fue común que los judíos fueran utilizados para las operaciones mágicas. Esta antigua supertición viene de los secretos de la Cábala, de la cual los judíos se llamaban a sí mismos los únicos depositarios" (303).
   Nesta H. Webster después de sereno y documentado estudio concluye que: "La demonología en Europa fue, de hecho, esencialmente una ciencia judía..." (304).
   Monseñor Meurin, Arzobispo Obispo de Port-Louis, citando a Leo Taxil y al Manual Cabalístico del Hermano Constant, grado 30 de la masonería, dice:
   "Este informe confirma la idea, común a casi todos los autores que se han ocupado de la magia diabólica, de que todas las ramas y prácticas de la hechicería tienen su origen en la Kábala judía" (305).
   Es evidente también que los judíos fundadores y dirigentes ocultos de la masonería introdujeron en algunas organizaciones francmasónicas el culto a Lucifer, como lo demuestra el profundo investigador en la materia Leo Taxil, quien refiriéndose al grado 20 de ciertos ritos, dice:
   "El `Príncipe del Tabernáculo’ ya está preparado para tal revelación masónica, pues en el grado 20, de `Gran Patriarca’ , ha adorado la estrella que brilla en una nube de oro, que se le ha dado a conocer como la Estrella de la mañana, por otro nombre, Lucifer, escuchando entonces la exhortación del presidente: `Sé como la Estrella de la mañana, que anuncia la venida del día; ve a llevar al mundo de luz, en el nombre sagrado de Lucifer, desarraiga el obscurantismo’" (306)
   Sobre el objetivo que persiguen los hebreos con todo esto, que representa una subversión total de valores, el ilustre sabio jesuita Arzobispo Obispo de Port-Louis hace la siguiente descripción:
   "Nuestros lectores saben que, para desviar de la verdad a los espíritus de sus adeptos, los judíos cabalísticos han cuidado de cambiar el valor de las palabras. Así:
   "Dios es Satán y Satán es Dios;
   El Bien es el Mal, y el Mal, el Bien;
   La Virtud es el Vicio, y el Vicio la Virtud;
   La Verdad es la Mentira, y la Mentira la Verdad;
   La Luz es la Tiniebla, y las Tinieblas la Luz;
   La Revelación es el Oscurantismo y el Oscurantismo la Revelación;
   La Religión es la Superstición, la Superstición es la Religión, etcétera..." (307).  

NOTAS  
  • [298] Adolfo Jacob Franck. La Kabala en la Philosophie Religieuse des Hebreux, p. 273. 
  • [299] Nesta H. Webster, obra citada, Cap. IV, p. 76. 
  • [300] Arthur E. Walte, The  Mysteries of Magic, p. 215.  
  • [301] Nesta H. Webster, obra citada, edic. citada, Cap. IV, p. 78.  
  • [302] Eliphas Levi, Dogme et Rituel de la Haute Magie, 1861, II, P. 220.  
  • [303] Volateire, Henriade.  
  • [304] Nesta H. Webster, obra citada, Cap. IV, p. 80.  
  • [305] Mons. Leon Meurin, S.J., obra citada, p. 230.  
  • [306] Leo Taxil, Les Fréres Trois Points, II, p. 237.  
  • [307] Mons. Leon Meurin, S.J., obra citada, p. 232.
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COMPLOT CONTRA LA IGLESIA

Maurice Pinay
Cuarta Parte
LA QUINTA COLUMNA JUDÍA EN EL CLERO
Capítulo Trigésimo Tercero
LOS JUDÍOS, PROPAGADORES DEL CULTO A SATANÁS
   Un alto dirigente del judaísmo del siglo pasado, Adolfo Jacob Franck, en su interesante obra sobre la Cábala, refiriéndose a la demonolatría (culto de los demonios) de los hebreos, dice:
   "Si en el judaísmo se hallan rastros de la más sombría superstición, hay que buscar, sobre todo, la causa del terror que inspira por su demonolatría" (298).
   Esta confesión de que ha existido demonolatría en el judaísmo es de gran valor por venir de un alto dirigente de la sinagoga, que fue ni más ni menos que vicepresidente del Consistorio Israelita de París, máxima autoridad hebrea de Francia, colaborador de los "Archivos Israelitas" y también conservador adjunto de la Biblioteca Imperial en tiempos de Napoleón III.
   Los judíos propagaron el culto a Lucifer, primero en algunas sectas gnósticas, después, por medio de las sectas secretas luciferianas y satanistas y principalmente por medio de la magia diabólica, conocida vulgarmente como magia negra, cuyas doctrinas derivan de la Cábala hebrea y cuyos propagadores principales en todos los tiempos han sido los israelitas, constituyendo el aspecto más perverso de dicha magia su adoración al demonio.
   Hay que aclarar que algunos sectores cabalistas han rendido sinceramente culto a Satanás en sus conventículos secretos; pero es indudable que la mayoría de los hebreos que han difundido el satanismo, sin dar crédito a tan horrenda superstición, sólo la han usado como un medio eficaz de subvertir la sociedad cristiana y preparar su destrucción, convirtiendo lo malo en bueno y viceversa.
   Nadie como los israelitas ha practicado en forma más escandalosa el apotegma de que "el fin justifica los medios". ¿Qué mejor forma de desmoralizar a la sociedad cristiana en la Edad Media que hacerle adorar a Satanás y aborrecer a Dios? La maldad del judaísmo, como se ve, tiene pues límites incalculables. Por algo Cristo Nuestro Señor llamó a los hebreos "hijos del Diablo" y a las sinagogas, "Sinagogas de Satanás".
   El satanismo fue otro de los tentáculos del pulpo de esa gran revolución judía del siglo XXII, que en algunos aspectos fue tan terrible o quizá más que la de los tiempos modernos.
   La escritora inglesa Nesta H. Webster, afirma que:
   "Hacia fines del siglo XII, el luciferianismo se extendió hacia el Este a través de Estiria, Tirol y Bohemia, incluso hasta Brandenburgo; al principio del siglo XIII había invadido ya el occidente de Alemania". Dice también dicha escritora que después se extendió hacia Italia y Francia (299)
   Es necesario hacer notar que en la época de las Cruzadas y después de ellas, millares de judíos de Alemania y del centro de Europa se convirtieron fingidamente al cristianismo, tomando apellidos de las familias de esos países, con lo que se infiltraron y diluyeron en la sociedad cristiana, engrosando la quinta columna hebrea introducida en ella.
   Esta invasión de falsos conversos fue seguida, como siempre, de la propagación de herejías y movimientos subversivos, entre los que desempeñó papel muy importante el satanismo.
   Bohemia, donde las falsas conversiones habían inundado a la Iglesia, llegó a ser, como el sur de Francia y el norte de Italia, un verdadero epifoco de las herejías, ocurriendo después lo mismo con lo que actualmente es Suiza, que llegó a ser la cuna del protestantismo judaico de Calvino y de Zwinglio, tendencia distinta a la del protestantismo nacionalista, en muchos casos antisemita, que tuvo por caudillo a Matín Lutero.
   Eliphan Levi describe las ceremonias de la infernal evocación, señalando que para los asistentes:
   "`Es requisito necesario profanar las ceremonias de la religión a la que uno pertenece y pisotear sus símbolos más sagrados´. Esta práctica llega a su climax con la profanación del Santísimo Sacramento. La hostia consagrada era echada como alimento a los ratones, a los puercos y a los sapos y profanada en forma que es imposible expresar" (300).
   A través de los siglos se provocaron verdaderos escándalos al saberse de casos de judíos o conversos, incluso clérigos criptojudíos, que robaban las sagradas hostias para realizar horrendos sacrificios con ellas en sus conventículos secretos.
   Por medio de la magia lograron los judíos, en su odio capital contra Cristo, inducir también a los cristianos, envenenados por las doctrinas satanistas, a que hicieran lo mismo.
   Nesta H. Webster, citando a Deschamps, afirma que:
   "`...esa ciencia de las artes del demonio, de la cual los judíos fueron los iniciadores´ y en la cual no pueden ser ignorados los cabalistas judíos en forma alguna en cualquier análisis comprensivo de la situación" (301).
   Una autoridad insospechable de antisemitismo, el famoso Eliphas Levi, constata que:
   "...los judíos, los más fieles depositarios de los secretos de la Cábala, fueron casi siempre los grandes maestros de la magia en la Edad Media" (302).
   Otra autoridad insospechable de complicidad con la Iglesia Católica, que acusó a los judíos de diseminar la magia negra, es Voltaire, que en su "Henriade" al describir una horrenda ceremonia en que se mezclaban nombres infernales con los del Eterno, dice:
   "El sacerdote de este templo es uno de esos hebreos que proscritos en la superficie de la tierra y ciudadanos del mundo...".
   Para aclarar en una nota puesta al pie de estos versos que "Fue común que los judíos fueran utilizados para las operaciones mágicas. Esta antigua supertición viene de los secretos de la Cábala, de la cual los judíos se llamaban a sí mismos los únicos depositarios" (303).
   Nesta H. Webster después de sereno y documentado estudio concluye que: "La demonología en Europa fue, de hecho, esencialmente una ciencia judía..." (304).
   Monseñor Meurin, Arzobispo Obispo de Port-Louis, citando a Leo Taxil y al Manual Cabalístico del Hermano Constant, grado 30 de la masonería, dice:
   "Este informe confirma la idea, común a casi todos los autores que se han ocupado de la magia diabólica, de que todas las ramas y prácticas de la hechicería tienen su origen en la Kábala judía" (305).
   Es evidente también que los judíos fundadores y dirigentes ocultos de la masonería introdujeron en algunas organizaciones francmasónicas el culto a Lucifer, como lo demuestra el profundo investigador en la materia Leo Taxil, quien refiriéndose al grado 20 de ciertos ritos, dice:
   "El `Príncipe del Tabernáculo’ ya está preparado para tal revelación masónica, pues en el grado 20, de `Gran Patriarca’ , ha adorado la estrella que brilla en una nube de oro, que se le ha dado a conocer como la Estrella de la mañana, por otro nombre, Lucifer, escuchando entonces la exhortación del presidente: `Sé como la Estrella de la mañana, que anuncia la venida del día; ve a llevar al mundo de luz, en el nombre sagrado de Lucifer, desarraiga el obscurantismo’" (306)
   Sobre el objetivo que persiguen los hebreos con todo esto, que representa una subversión total de valores, el ilustre sabio jesuita Arzobispo Obispo de Port-Louis hace la siguiente descripción:
   "Nuestros lectores saben que, para desviar de la verdad a los espíritus de sus adeptos, los judíos cabalísticos han cuidado de cambiar el valor de las palabras. Así:
   "Dios es Satán y Satán es Dios;
   El Bien es el Mal, y el Mal, el Bien;
   La Virtud es el Vicio, y el Vicio la Virtud;
   La Verdad es la Mentira, y la Mentira la Verdad;
   La Luz es la Tiniebla, y las Tinieblas la Luz;
   La Revelación es el Oscurantismo y el Oscurantismo la Revelación;
   La Religión es la Superstición, la Superstición es la Religión, etcétera..." (307).  

NOTAS  
  • [298] Adolfo Jacob Franck. La Kabala en la Philosophie Religieuse des Hebreux, p. 273. 
  • [299] Nesta H. Webster, obra citada, Cap. IV, p. 76. 
  • [300] Arthur E. Walte, The  Mysteries of Magic, p. 215.  
  • [301] Nesta H. Webster, obra citada, edic. citada, Cap. IV, p. 78.  
  • [302] Eliphas Levi, Dogme et Rituel de la Haute Magie, 1861, II, P. 220.  
  • [303] Volateire, Henriade.  
  • [304] Nesta H. Webster, obra citada, Cap. IV, p. 80.  
  • [305] Mons. Leon Meurin, S.J., obra citada, p. 230.  
  • [306] Leo Taxil, Les Fréres Trois Points, II, p. 237.  
  • [307] Mons. Leon Meurin, S.J., obra citada, p. 232.
1

COMPLOT CONTRA LA IGLESIA

Maurice Pinay
Cuarta Parte
LA QUINTA COLUMNA JUDÍA EN EL CLERO
Capítulo Trigésimo Tercero
LOS JUDÍOS, PROPAGADORES DEL CULTO A SATANÁS
   Un alto dirigente del judaísmo del siglo pasado, Adolfo Jacob Franck, en su interesante obra sobre la Cábala, refiriéndose a la demonolatría (culto de los demonios) de los hebreos, dice:
   "Si en el judaísmo se hallan rastros de la más sombría superstición, hay que buscar, sobre todo, la causa del terror que inspira por su demonolatría" (298).
   Esta confesión de que ha existido demonolatría en el judaísmo es de gran valor por venir de un alto dirigente de la sinagoga, que fue ni más ni menos que vicepresidente del Consistorio Israelita de París, máxima autoridad hebrea de Francia, colaborador de los "Archivos Israelitas" y también conservador adjunto de la Biblioteca Imperial en tiempos de Napoleón III.
   Los judíos propagaron el culto a Lucifer, primero en algunas sectas gnósticas, después, por medio de las sectas secretas luciferianas y satanistas y principalmente por medio de la magia diabólica, conocida vulgarmente como magia negra, cuyas doctrinas derivan de la Cábala hebrea y cuyos propagadores principales en todos los tiempos han sido los israelitas, constituyendo el aspecto más perverso de dicha magia su adoración al demonio.
   Hay que aclarar que algunos sectores cabalistas han rendido sinceramente culto a Satanás en sus conventículos secretos; pero es indudable que la mayoría de los hebreos que han difundido el satanismo, sin dar crédito a tan horrenda superstición, sólo la han usado como un medio eficaz de subvertir la sociedad cristiana y preparar su destrucción, convirtiendo lo malo en bueno y viceversa.
   Nadie como los israelitas ha practicado en forma más escandalosa el apotegma de que "el fin justifica los medios". ¿Qué mejor forma de desmoralizar a la sociedad cristiana en la Edad Media que hacerle adorar a Satanás y aborrecer a Dios? La maldad del judaísmo, como se ve, tiene pues límites incalculables. Por algo Cristo Nuestro Señor llamó a los hebreos "hijos del Diablo" y a las sinagogas, "Sinagogas de Satanás".
   El satanismo fue otro de los tentáculos del pulpo de esa gran revolución judía del siglo XXII, que en algunos aspectos fue tan terrible o quizá más que la de los tiempos modernos.
   La escritora inglesa Nesta H. Webster, afirma que:
   "Hacia fines del siglo XII, el luciferianismo se extendió hacia el Este a través de Estiria, Tirol y Bohemia, incluso hasta Brandenburgo; al principio del siglo XIII había invadido ya el occidente de Alemania". Dice también dicha escritora que después se extendió hacia Italia y Francia (299)
   Es necesario hacer notar que en la época de las Cruzadas y después de ellas, millares de judíos de Alemania y del centro de Europa se convirtieron fingidamente al cristianismo, tomando apellidos de las familias de esos países, con lo que se infiltraron y diluyeron en la sociedad cristiana, engrosando la quinta columna hebrea introducida en ella.
   Esta invasión de falsos conversos fue seguida, como siempre, de la propagación de herejías y movimientos subversivos, entre los que desempeñó papel muy importante el satanismo.
   Bohemia, donde las falsas conversiones habían inundado a la Iglesia, llegó a ser, como el sur de Francia y el norte de Italia, un verdadero epifoco de las herejías, ocurriendo después lo mismo con lo que actualmente es Suiza, que llegó a ser la cuna del protestantismo judaico de Calvino y de Zwinglio, tendencia distinta a la del protestantismo nacionalista, en muchos casos antisemita, que tuvo por caudillo a Matín Lutero.
   Eliphan Levi describe las ceremonias de la infernal evocación, señalando que para los asistentes:
   "`Es requisito necesario profanar las ceremonias de la religión a la que uno pertenece y pisotear sus símbolos más sagrados´. Esta práctica llega a su climax con la profanación del Santísimo Sacramento. La hostia consagrada era echada como alimento a los ratones, a los puercos y a los sapos y profanada en forma que es imposible expresar" (300).
   A través de los siglos se provocaron verdaderos escándalos al saberse de casos de judíos o conversos, incluso clérigos criptojudíos, que robaban las sagradas hostias para realizar horrendos sacrificios con ellas en sus conventículos secretos.
   Por medio de la magia lograron los judíos, en su odio capital contra Cristo, inducir también a los cristianos, envenenados por las doctrinas satanistas, a que hicieran lo mismo.
   Nesta H. Webster, citando a Deschamps, afirma que:
   "`...esa ciencia de las artes del demonio, de la cual los judíos fueron los iniciadores´ y en la cual no pueden ser ignorados los cabalistas judíos en forma alguna en cualquier análisis comprensivo de la situación" (301).
   Una autoridad insospechable de antisemitismo, el famoso Eliphas Levi, constata que:
   "...los judíos, los más fieles depositarios de los secretos de la Cábala, fueron casi siempre los grandes maestros de la magia en la Edad Media" (302).
   Otra autoridad insospechable de complicidad con la Iglesia Católica, que acusó a los judíos de diseminar la magia negra, es Voltaire, que en su "Henriade" al describir una horrenda ceremonia en que se mezclaban nombres infernales con los del Eterno, dice:
   "El sacerdote de este templo es uno de esos hebreos que proscritos en la superficie de la tierra y ciudadanos del mundo...".
   Para aclarar en una nota puesta al pie de estos versos que "Fue común que los judíos fueran utilizados para las operaciones mágicas. Esta antigua supertición viene de los secretos de la Cábala, de la cual los judíos se llamaban a sí mismos los únicos depositarios" (303).
   Nesta H. Webster después de sereno y documentado estudio concluye que: "La demonología en Europa fue, de hecho, esencialmente una ciencia judía..." (304).
   Monseñor Meurin, Arzobispo Obispo de Port-Louis, citando a Leo Taxil y al Manual Cabalístico del Hermano Constant, grado 30 de la masonería, dice:
   "Este informe confirma la idea, común a casi todos los autores que se han ocupado de la magia diabólica, de que todas las ramas y prácticas de la hechicería tienen su origen en la Kábala judía" (305).
   Es evidente también que los judíos fundadores y dirigentes ocultos de la masonería introdujeron en algunas organizaciones francmasónicas el culto a Lucifer, como lo demuestra el profundo investigador en la materia Leo Taxil, quien refiriéndose al grado 20 de ciertos ritos, dice:
   "El `Príncipe del Tabernáculo’ ya está preparado para tal revelación masónica, pues en el grado 20, de `Gran Patriarca’ , ha adorado la estrella que brilla en una nube de oro, que se le ha dado a conocer como la Estrella de la mañana, por otro nombre, Lucifer, escuchando entonces la exhortación del presidente: `Sé como la Estrella de la mañana, que anuncia la venida del día; ve a llevar al mundo de luz, en el nombre sagrado de Lucifer, desarraiga el obscurantismo’" (306)
   Sobre el objetivo que persiguen los hebreos con todo esto, que representa una subversión total de valores, el ilustre sabio jesuita Arzobispo Obispo de Port-Louis hace la siguiente descripción:
   "Nuestros lectores saben que, para desviar de la verdad a los espíritus de sus adeptos, los judíos cabalísticos han cuidado de cambiar el valor de las palabras. Así:
   "Dios es Satán y Satán es Dios;
   El Bien es el Mal, y el Mal, el Bien;
   La Virtud es el Vicio, y el Vicio la Virtud;
   La Verdad es la Mentira, y la Mentira la Verdad;
   La Luz es la Tiniebla, y las Tinieblas la Luz;
   La Revelación es el Oscurantismo y el Oscurantismo la Revelación;
   La Religión es la Superstición, la Superstición es la Religión, etcétera..." (307).  

NOTAS  
  • [298] Adolfo Jacob Franck. La Kabala en la Philosophie Religieuse des Hebreux, p. 273. 
  • [299] Nesta H. Webster, obra citada, Cap. IV, p. 76. 
  • [300] Arthur E. Walte, The  Mysteries of Magic, p. 215.  
  • [301] Nesta H. Webster, obra citada, edic. citada, Cap. IV, p. 78.  
  • [302] Eliphas Levi, Dogme et Rituel de la Haute Magie, 1861, II, P. 220.  
  • [303] Volateire, Henriade.  
  • [304] Nesta H. Webster, obra citada, Cap. IV, p. 80.  
  • [305] Mons. Leon Meurin, S.J., obra citada, p. 230.  
  • [306] Leo Taxil, Les Fréres Trois Points, II, p. 237.  
  • [307] Mons. Leon Meurin, S.J., obra citada, p. 232.
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